sólo una conservó.
Una saltó al minutero
y entró al bosque del reloj,
duerme en los zapatos viejos
con que el tiempo caminó.
Otra va de polizón
en un barco pescador
y pesca sombras de peces,
luces de pez volador.
La tercera busca estrellas,
va de terraza en balcón
para sumarle a su lomo
pelitos de resplandor.
Y la que falta es la sombra
que, cual viento corredor,
hace ya siglos que corre
tras la sombra de un ratón.
María Cristina Ramos
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