lunes, 4 de febrero de 2013

LUNA LLENA


En las noches de luna
deambula el lobisón;
(dicen que es una sombra
que pierde la razón).

Pudiera ser un hombre
mordido de serpiente
y que en ardua pelea
le ha ganado a la muerte.

Va sembrando un murmullo,
rumor desconocido,
de garganta que ensaya
guturales gruñidos.

Hay que cerrar las puertas,
no andar a cielo abierto,
apurar los cerrojos,
escuchar los silencios.

Se aparece cubierto
de pelaje bruñido;
todos temen sus pasos
de andar desconocido.

Su sed, que no se calma,
bebe en una oquedad
donde la gente mezcla
mentira con verdad. 

Dicen que es responsable
de potros desbocados,
de ángeles perdidos,
de amores olvidados.

Ha devorado ciervos
y a algunos vagabundos
que, como el lobo, andaban
solitos en el mundo.

Los regueros de sangre
que dejó alguna vez,
se han ido con viruta
de tronco de ciprés.

¡Cuidado con la luna!,
su lentitud de plata
se asusta de los seres 
que ella misma desata.

Se cobija en la sombra,
comienza a decrecer
y nos creemos solos
sin monstruo que temer.

(Pero alguien de nosotros
-y no se sabe quién-
lleva al lobo guardado
debajo de la piel).


“La ciudad hundida y otros misterios”


Foto: LUNA LLENA

En las noches de luna
deambula el lobisón;
(dicen que es una sombra
que pierde la razón).

Pudiera ser un hombre
mordido de serpiente
y que en ardua pelea
le ha ganado a la muerte.

Va sembrando un murmullo,
rumor desconocido,
de garganta que ensaya
guturales gruñidos.

Hay que cerrar las puertas,
no andar a cielo abierto,
apurar los cerrojos,
escuchar los silencios.

Se aparece cubierto
de pelaje bruñido;
todos temen sus pasos
de andar desconocido.

Su sed, que no se calma,
bebe en una oquedad
donde la gente mezcla
mentira con verdad. 

Dicen que es responsable
de potros desbocados,
de ángeles perdidos,
de amores olvidados.

Ha devorado ciervos
y a algunos vagabundos
que, como el lobo, andaban
solitos en el mundo.

Los regueros de sangre
que dejó alguna vez,
se han ido con viruta
de tronco de ciprés.

¡Cuidado con la luna!,
su lentitud de plata
se asusta de los seres 
que ella misma desata.

Se cobija en la sombra,
comienza a decrecer
y nos creemos solos
sin monstruo que temer.

(Pero alguien de nosotros
-y no se sabe quién-
lleva al lobo guardado
debajo de la piel).



María Cristina Ramos
De “La ciudad hundida y otros misterios”

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