lunes, 22 de abril de 2013

Ejercicio de memoria y homenaje


 Siempre vivir en el interior del país lleva una marca, a veces de regocijo, a veces de carencias, siempre de diferencia. Había que vivir la Argentina de los 70, y había que hacerlo en el interior. Tiempo atravesado de riesgos y desasosiegos, de desarraigos, de imposibilidad de reunirse, de opinar libremente, de muerte a la vuelta de la esquina; tiempo de una Latinoamérica tensada en dictaduras.    
Esto tal vez ayude a imaginar lo que significó el núcleo de trabajo y de contención cultural generado por la presencia del Profesor Nicolás Bratosevich en el taller literario de Gral Roca. Fue un taller soñado, programado y sostenido por un magnífico grupo de personas: Marta Srur, Mirta Pagani, Haydeé Massoni, Conce Roca, Cecilia Boggio, Marta Gorsky, entre otros, quienes pusieron a andar esta posibilidad que se prolongó por varios años y en la que participó gente de distintos puntos de la Patagonia.
La lectura de grandes escritores es siempre el tejido de sostén para atravesar tempestades, porque sabe recordarnos -desde la fecundidad de la palabra- quiénes somos y quiénes podemos ser, desde lo monstruoso hasta lo sublime.
Nicolás Bratosevich fue uno de los iniciadores de los talleres literarios en Argentina y si bien su taller funcionó en Buenos Aires por más de 25 años, contar con su presencia en Patagonia, y por esos años, implicaba un trabajo de maravillosa intensidad y la posibilidad de una formación de gran significado para quienes intentábamos entonces leer y escribir, entreviendo ambas experiencias como un camino de búsqueda personal y de responsabilidad social.
No por casualidad, nuestras lecturas de taller anduvieron por obras de quienes en ese momento se encontraban desaparecidos, como Haroldo Conti y Antonio Di Benedetto. No por casualidad recorrimos con su tutoría teorías lingüísticas y literarias que empezaban a entrar tímidamente en las universidades argentinas: A. J. Greimas, Charles Bally, Roman Jakobson, Tzvetan Todorov, Carl G. Jung, Vladimir Propp, entre otros.
Funcionaba un sábado por mes con distintas propuestas: Taller de escritura, Taller de crítica literaria, Taller de Literatura teatral. Casi todos los integrantes de su taller de producción siguieron dedicados a la escritura; muchos de los que pasaron por otros grupos continuaron trabajando por los espacios de la literatura y de la cultura en general.
La experiencia docente es de una concreción casi invisible, la convocatoria a un armado interior de pensamiento, la invitación a un desempeño generoso de la sensibilidad, una influencia perdurable con la mirada en un colectivo que se sueña y se desea, con la esperanza en una sociedad que nos haga seres más dignos y más felices.
Desde la pena por la reciente muerte de Nicolás Bratosevich, nuestro querido Brato, escribo estas palabras. Quedan sus libros y su enorme y rica influencia en muchos hacedores culturales con los que a veces nos encontramos en congresos, en seminarios, en las pequeñas señas de nuestras acciones y nuestros libros. Queda la memoria de su entrega como docente y la vigencia de sus conceptos, que siguen revelando aristas y rellanos en la lectura de nuestras vidas, en las preguntas viejas y nuevas de lo cotidiano. 




María Cristina Ramos
Neuquén, otoño 2013

mariacristinaramosblog.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. Hola María Cristina! conozco algo tu obra y lamenté profundamente no poder asistir el 19 a la presentación. Soy de Zapala y organizar viajes siempre se complica. No sabés qué alegría me dio encontrarme a través de tu recuerdo con el prof. Bratosevich. Fui su alumna en el Instituto Nacional del Profesorado allá en los 60. Un grande! Me emocionó tu evocación. Muchas gracias, Nela Ramos

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  2. Ay maría Cristina Ramos, él adoraba a su grupo de Roca y esta experiencia le fue muy significativa. Brato fue tan pero tan grande

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  3. Mi emocionado recuerdo para quien fue mi profe de Elocución (allá por los primeros 60) en el Instituto Nacional del Profesorado.

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