martes, 19 de febrero de 2013

DE GOLONDRINAS Y GORRIONES


(fragmento)

Neuquén, 2012.


Foto: DE GOLONDRINAS Y GORRIONES  (fragmento)

 El lavarropas hacía ronrón y rebosaba de espuma. Mi madre iba y venía llevando agua, del fuego a la galería, al microcosmos del lavado. Ponía azul en el agua para iluminar las sábanas, luego las tendía en cordeles que no terminaban nunca. Laberinto de ropa tendida por donde caminar y buscar el cielo, por donde correr y esquivar el aleteo de la ropa blanca y su frescor en mis manos y en mi cara. 
 Mes de marzo: mes de zapatos nuevos y de libro nuevo. Libro de lectura para tercer grado. Trae varios cuentos; uno largo. Este cuento, este cuento. ¿Me leés? Pedido que se cuelga del delantal y de la orilla blanca de la espuma. Madre que se seca las manos cuidadosamente y se sienta junto a mí en la mesita de la galería. Libro forrado de papel araña azul, para cuidar la tapa, manos cuidadosas para no ajar las hojas, y el subibaja leve de su respiración. En el primer dibujo del cuento la estatua de un príncipe y una golondrina. En el cielo del cuento es invierno, la golondrina ayuda a cumplir los deseos. Ventanas con poca luz donde cose una costurera, ventana donde una niña yace enferma, ventanas y ventanas donde la gente tiene la mirada de un príncipe y el vuelo de una golondrina. La voz de mi madre también es un vuelo piadoso sobre la mañana fría, sobre el horizonte de la espuma, sobre los años duros de su propia infancia. En la imagen final la golondrina yace sobre un manto dorado. La voz de ella tiene un brillo de callada lágrima, de lágrima sonreída, de esforzados días de mujer que trabaja fuera y dentro de la casa. Mujer que ronda con los ojos atentos los cuadernos. Sus hijos van a la escuela. Una escuela en la que ella sólo dio tres pasos. Mirada tutelar de una madre para acompañar las tareas que a veces desconciertan. Por qué el gorrión es dañino, pregunta la maestra de cuarto grado. Nadie atina a responder, ni el hermano mayor, ni los tíos mecánicos, ni el padre peluquero, ni la amiga bibliotecaria. Mi madre arriesga y yo escribo: Porque no hay quien los provea de alimento. Mi madre usa la palabra proveer, mi madre casi sin escuela piensa en las razones primeras, ¿quién puede ser dañino por propia voluntad? Intenta con su razonamiento sacarme de la soledad de una tarea. La maestra corrige diciendo una frase con voz de fastidio, y anotándola sobre mi fallida respuesta: El gorrión es dañino ¡porque destruye los sembrados! La maestra corrige sin proveer y los sembrados de mi cuaderno quedan avergonzados, y la madre piensa por qué no pudo seguir la escuela para ayudar mejor. Corre un viento confundido que mueve la bandera y sigue en busca del laberinto de sábanas tendidas del patio de mi casa. Huye el gorrión en busca de una golondrina. 


María Cristina Ramos
Neuquén, 2012.
El lavarropas hacía ronrón y rebosaba de espuma. Mi madre iba y venía llevando agua, del fuego a la galería, al microcosmos del lavado. Ponía azul en el agua para iluminar las sábanas, luego las tendía en cordeles que no terminaban nunca. Laberinto de ropa tendida por donde caminar y buscar el cielo, por donde correr y esquivar el aleteo de la ropa blanca y su frescor en mis manos y en mi cara. 
Mes de marzo: mes de zapatos nuevos y de libro nuevo. Libro de lectura para tercer grado. Trae varios cuentos; uno largo. Este cuento, este cuento. ¿Me leés? Pedido que se cuelga del delantal y de la orilla blanca de la espuma. Madre que se seca las manos cuidadosamente y se sienta junto a mí en la mesita de la galería. Libro forrado de papel araña azul, para cuidar la tapa, manos cuidadosas para no ajar las hojas, y el subibaja leve de su respiración. En el primer dibujo del cuento la estatua de un príncipe y una golondrina. En el cielo del cuento es invierno, la golondrina ayuda a cumplir los deseos. Ventanas con poca luz donde cose una costurera, ventana donde una niña yace enferma, ventanas y ventanas donde la gente tiene la mirada de un príncipe y el vuelo de una golondrina. La voz de mi madre también es un vuelo piadoso sobre la mañana fría, sobre el horizonte de la espuma, sobre los años duros de su propia infancia. En la imagen final la golondrina yace sobre un manto dorado. La voz de ella tiene un brillo de callada lágrima, de lágrima sonreída, de esforzados días de mujer que trabaja fuera y dentro de la casa. Mujer que ronda con los ojos atentos los cuadernos. Sus hijos van a la escuela. Una escuela en la que ella sólo dio tres pasos. Mirada tutelar de una madre para acompañar las tareas que a veces desconciertan. Por qué el gorrión es dañino, pregunta la maestra de cuarto grado. Nadie atina a responder, ni el hermano mayor, ni los tíos mecánicos, ni el padre peluquero, ni la amiga bibliotecaria. Mi madre arriesga y yo escribo: Porque no hay quien los provea de alimento. Mi madre usa la palabra proveer, mi madre casi sin escuela piensa en las razones primeras, ¿quién puede ser dañino por propia voluntad? Intenta con su razonamiento sacarme de la soledad de una tarea. La maestra corrige diciendo una frase con voz de fastidio, y anotándola sobre mi fallida respuesta: El gorrión es dañino ¡porque destruye los sembrados! La maestra corrige sin proveer y los sembrados de mi cuaderno quedan avergonzados, y la madre piensa por qué no pudo seguir la escuela para ayudar mejor. Corre un viento confundido que mueve la bandera y sigue en busca del laberinto de sábanas tendidas del patio de mi casa. Huye el gorrión en busca de una golondrina. 



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