Hace un tiempo, en un lapso despoblado de una mesa de examen, una libélula entró por la ventana, dio una vuelta y se detuvo en el aire frente a mí. Era de color irrepetiblemente azul y estaba cruzada por franjitas negras. Nos miramos durante una fracción de siglo, cambiamos cosas y sentires, después se despidió y se fue.
Una mañana muy temprano me asomé a la ventana y un jilguero, instalado sobre un cable cercanísimo, comenzó la más larga cantata alumbrada por pájaro alguno. Me inmovilizó y a la vez me puso a andar. Atesoré el canto, como quien acopia un hilo de oro, en esas zonas donde habitan los seres únicos, las cosas que estilizan el instante y con las que uno puede ser, fugazmente, absolutamente uno.
De Cae la nieve
Fotografía: zoouniverso.blogspot.com |
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